La primavera ha llegado este año acompañada de un perfume distinto; la floración de las especies vegetales autóctonas no ha conseguido camuflar ese tufo a ineptitud que desprende el Gobierno de la Nación.
Cada vez hay menos espacio en los telediarios para las noticias relacionadas con las alergias y el polen; los ácaros y las gramíneas (oh, dulce y embriagadora información de relleno) están de retirada y las informaciones relativas a la crisis oscurecen un poco más, si cabe, esta atípica estación primaveral en la que los chaparrones no traen vida y verdor, sino desilusión y hastío.
Cuatro millones de parados en España. Se dice pronto, pero se "mastica" despacio -por prescripción médica; si se deglute vorazmente, la digestión puede complicarse-. Los OVNIS socialistas están ya entre nosotros; ellos decían que no existía la crisis y nos la estamos comiendo; prometían que no se alcanzaría la escandalosa cifra actual de parados y ya es una realidad. La verdad está ahí fuera, pero es complicado entenderla cuando se vive en los mundos de yuppie del talantismo ilustrado y la alianza de civilizaciones.
Desde luego, si algún día los españoles nos quitamos de encima a este gobierno de pusilánimes, difícilmente podrán encontrar curro sus componentes en los gabinetes telefónicos de tarotistas. ¿Recuerdan que la piedra filosofal hace años era la inmigración? Pues parece que los millones de extranjeros establecidos en España no han salvado nuestra economía... pero posiblemente sí han engordado las arcas de los empresarios sin escrúpulos que los emplean como mano de obra barata. Otra predicción fallida del ejecutivo de gloriosos y gloriosas miembros y miembras.
¿Y los que realmente mandan, qué hacen? Buena pregunta. La primavera altera la sangre, pero los chupasangres no se alteran. Los banqueros continúan burlándose de España mientras disfrutan del tiempo cálido en sus yates subvencionados con nuestro sudor. Las ayudas del Gobierno a la banca no han llegado al pueblo... y es que la correa de transmisión entre ZP y los empresarios tiene mucha grasa, y los billetes se quedan pegados en ella. ¿No sería mejor inyectar el dinero directamente en las pequeñas empresas y en las clases populares? Parece que no; los socialistos prefieren juntarse con los de su calaña, los vividores adinerados que de obreros tienen poco, de socialistas menos y de españoles menos todavía: los ricos no tienen patria ni entienden de fronteras.
El sexo de los ángeles, el huevo y la gallina, ¿quién robó pan en la tienda de San Juan?, ¿a qué huelen los desempleados?. Enigmas para la humanidad que aún trata de desvelar el comité de sabios encabezado por nuestro encantador de serpientes con las cejas dúctiles. Las primeras las dejamos por imposibles, pero a la última nos atrevemos a contestar. Los desempleados olemos a frustración, a indignación, a rabia y a impotencia. No sabemos si esos efluvios llegan a nuestros mandamases, pero si le llegan, esperamos que les provoquen un par de estornudos. Y como tenemos la fea costumbre de rebelarnos ante la injusticia, deseamos que una huelga general les cause algún que otro sarpullido, y que los sindicatos amarillos, si no salen a la calle y se quedan en casa (como es de esperar dada su vergonzosa y servilista actitud hasta la fecha), por lo menos no se pongan directamente del lado de los que les dan de comer.
¿Difícil, verdad? Sí, pero no imposible. Los momentos de crisis económica siempre han traído vientos de cambio. Si a ello le sumamos la crisis espiritual, de identidad y de valores que vive España y Europa, tenemos todos los factores que presagian un tornado revolucionario. Se acercan tiempos de lucha, y debemos mantenernos firmes, dignos y preparados para la batalla en el ojo del huracán.