viernes, 3 de abril de 2009

La educación básica y académica

España es uno de los países de la unión europea que menos invierte en educación. Y tenemos los estudiantes y futuros trabajadores peor preparados de Europa.

El sistema educativo falla desde los primeros cursos de primaria hasta que finaliza la universidad por ser poco exigente tanto con el alumnado como con el profesorado, y por la mencionada escasa inversión. El hecho de que los alumnos lleguen mal formados a la universidad conlleva que el nivel en las carreras inevitablemente sea de los más bajos de Europa, provocando que nuestros titulados tengan menor valor que los del resto de países de la Unión en la bolsa de empleo internacional. Para solucionar estas diferencias, la Unión Europea ha puesto en marcha una medida llamada plan Bolonia, que convalida los títulos de todas las universidades para el territorio europeo obligando a que el nivel académico en todas ellas sea semejante. Los problemas que presenta dicho sistema son varios:

-El recorte en duración de las carreras es un despropósito en todos los sentidos. No existe apremio alguno de que los estudiantes terminen sus licenciaturas, primero por la cantidad de desempleados a los que se sumarían, segundo porque reducir la cantidad de materia enseñada no puede ser sino negativo a largo plazo; a pesar de la posibilidad de cursar másters oficiales, ofertados por las propias universidades, con unos precios de entre 1000 y 6000 euros.

-Nuestros alumnos ahora no van a estar preparados para enfrentarse a estas licenciaturas, ya que su educación primaria y secundaria ha sido nefasta e insuficiente. La solución es mejorar la calidad de la enseñanza desde los primeros años para que los estudiantes lleguen preparados a las universidades, por medio de la mejora en la calidad del profesorado y del sistema educativo.

-La simplificación de la preparación del profesorado que pretende el plan Bolonia es absolutamente contraproducente. La tendencia debe ser que las vacantes sean ocupadas por profesionales especializados y no crear profesores de enseñanza general que abarquen toda la posibilidad de puestos, que a la postre no van a desempeñen su labor de profesor eficientemente en ninguno de ellos. (Saber de todo a veces conlleva no ser especialista en nada). Los alumnos deben estar en manos de especialistas desde párvulos hasta el final de sus carreras.

La calidad y preparación del profesorado deben mejorarse a todos los niveles, teniendo en cuenta la responsabilidad que sobre ellos recae, ya que están preparando a los que en el futuro ocuparán todos los puestos de trabajo del país y que lo realmente importante es su aprendizaje y desarrollo a largo plazo, no en el curso académico que estén cursando los alumnos en un determinado momento. Si un estudiante pasa de curso sin estar capacitado, el siguiente se le hará más difícil aún, y entonces o el alumno abandona, o se baja el nivel del siguiente curso académico (que es lo que se ha venido haciendo hasta ahora para evitar dichos abandonos, sin tener en cuenta lo perjudicial que pueda ser esta medida para el futuro), provocando, una vez más, que el alumno no llegue preparado a la universidad, que es lo que importa en definitiva.
La selección de los profesores debe llevarse a cabo a través de un tribunal que elabore un perfil tanto académico como personal, y seleccione a los mejores candidatos para cada tipo de puesto, como se viene haciendo en otros países como Estados Unidos, no considerando a los candidatos sólo como la calificación o resultado de unos exámenes académicos, sino como personas diferenciadas entre sí que van a ser capaces de desempeñar unas tareas mejor que otras, como es lógico.



El sistema educativo, a través del claustro de profesores y de un departamento de orientación eficaz, con una mayor implicación y responsabilidad de ambos, debe buscar en cada alumno las aptitudes personales, académicas y profesionales que le puedan hacer obtener el mayor potencial de cada uno de ellos, influenciándoles para que cursen determinadas optativas y conducir su carrera académica en la mejor dirección, tanto para el propio alumno como para el beneficio general de la sociedad. En definitiva hacer que cada alumno llegue a dedicarse a la actividad que más le guste y/o a la que pueda desempeñar con mayor éxito. Estas aptitudes hay que intentar localizarlas en el transcurso de la secundaria, si no antes, y resulta primordial para conseguir que el alumno se involucre en el estudio más de lo que se ha conseguido hasta ahora.
Una medida para mejorar el profesorado y la calidad de la enseñanza, es la de inducir a que los auténticos profesionales de cada rama, que han trabajado durante años en sus especialidades, transmitan sus valiosos conocimientos a las generaciones venideras en las aulas de universidades e institutos como profesores especialistas y experimentados.

Hay que “crear” otras formas de enseñar (entre comillas, puesto que en otros países el sistema educativo es diferente que aquí, y simplemente podríamos aprender de ellos) que consigan que los títulos obtenidos en el territorio español tengan el mismo nivel que el de cualquiera de los otros países de Europa, fomentando en las asignaturas y en los alumnos el uso de la lógica, la comprensión, el diálogo, la creatividad y la participación ya desde los primeros años de enseñanza, para conseguir una buena preparación para la vida real, que de eso se trata; y no sólo un papelito al terminar de cursar los estudios.

Además de mejorar el sistema de educación a nivel general, debe alargarse la educación obligatoria hasta la obtención del bachillerato o del grado medio de formación profesional (FP), sin que ello suponga el “descafeinar” el contenido de las asignaturas, puesto que los alumnos dispondrán de varios años para terminar sus estudios obligatorios sin problema alguno. La finalidad es que, por lo menos, se especialicen en cualquier rama laboral mediante una FP, o que se queden a las puertas de la universidad y puedan acceder a ella si así lo quisieran en un corto período de tiempo. (En la actualidad disponemos del acceso para mayores de 25 años a la universidad, pero para entonces, suele darse el caso de que los aspirantes ya se encuentran trabajando, dificultando el compromiso con los estudios y que de nuevo nos encontremos en la situación de tener que disminuir la dificultad de las asignaturas por temor al abandono masivo de estudiantes).

Sea como fuere, ningún cambio radical debe llevarse a cabo sin la sensibilidad que debiera, como ocurre con el plan Bolonia, que aumenta considerablemente la dificultad de la enseñanza de un año para otro, sin tener en cuenta la opinión de los estudiantes, ni su posible perjuicio. Estas medidas han de tomarse a largo plazo, preparando a los estudiantes desde primaria para esas modificaciones, para que lleguen perfectamente preparados y no les cause trastorno alguno.

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Además de la educación académica, se debe tomar conciencia de la existencia de la más importante de todas las educaciones, que es la que reciben (o deberían recibir) las personas durante los cinco primeros años de su vida. La personalidad y forma de actuar de las personas dependen en su mayor parte de esta educación, que tan infravalorada se encuentra últimamente en nuestra sociedad. Traer una criatura al mundo es una gran responsabilidad que muchos padres (tal vez por no estar aún preparados para ella) ignoran o quieren ignorar, ya que se trata de un futuro ciudadano que ha de integrarse en una sociedad, con todos los derechos y deberes que ello conlleva, por su propio bien, y el de los demás.

Para ello, el estado tiene el deber de ayudar lo máximo posible a las familias para que puedan educar correctamente a sus hijos, no sólo extendiéndoles un talón de 2500 euros (que también), sino impartiendo cursos de formación psicológica y social para éstos, creando y mejorando guarderías adecuadas a las distintas edades, mejorando la profesionalidad de los profesores de primara tanto a nivel académico, como psicológico y social.
Como ayuda a la educación del día a día, siempre es saludable y valioso impulsar a los jóvenes a participar en actividades deportivas, de ocio, cuidado del medio ambiente y animales, etc., en sus horas de descanso, sin que ello tampoco suponga un exceso de obligaciones o responsabilidades.

Parte de la personalidad del individuo se termina de definir en el período de la adolescencia y ésta marcará el rumbo de su vida. Es muy importante adquirir conciencia de la trascendencia de esta etapa e influir de la forma más positiva posible sobre los jóvenes, para que el camino que escojan, sea el correcto en todos los aspectos (familiares, laborales, académicos, sociales, etc.) y no cometan errores como entregarse a las drogas, alcohol, desidia, siendo manipulados por malas influencias. Así como la falta de respeto hacia la naturaleza y todos los seres vivos, el preocupante aumento de violencia tanto doméstica como en las aulas de los centros de educación; y un largo etcétera de comportamientos inaceptables que son los que evitan el poder vivir en una sociedad próspera, en armonía y en paz.

En una sociedad en la que se carezca de leyes morales, conciencia, educación básica y respeto hacia el prójimo y a las autoridades, como cuerpos de seguridad, tutores, padres, compañeros, la misma ley, etc., tendremos que descartar la posibilidad de poder vivir en una comunidad cívica, próspera, sin delincuencia en las calles, etc. Todo comienza en los hogares, en la educación de la familia durante los primeros años de vida, aprendiendo el valor de las leyes morales y de ética, uso de la razón y el discernimiento del bien y del mal.



A. Acebes Espinar- Militante AN-Málaga