viernes, 24 de abril de 2009

Leni Riefenstahl.



"Siempre anduve a la búsqueda de lo insólito, de lo maravilloso y de los misterios de la vida". Así es como comienza Leni Riefenstahl su libro de memorias. Una mujer polémica, pero sin lugar a dudas una de las más grandes artistas del siglo XX. La visión de su ojo tras la cámara y sus innovadoras ideas, aún hoy inmersos como estamos en plena era digital, no han sido superadas.
Helene Bertar Amalie Riefenstahl nació en Berlín el 22 de agosto de 1902. Hija de un empresario de la industria de la calefacción, fue la primera de dos hijos. En su infancia practicaba la pintura. Comenzó su carrera artística como bailarina, hasta que una lesión de menisco la alejó temporalmente de la escena. Se inició en el cine como actriz, era el año 1924 y una casualidad la llevó a ver una película del Dr. Arnold Fank sobre los montes dolomitas. Quedó tan impresionada por estas imágenes, que no paró hasta ponerse en contacto con él.

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Fank escribió para ella la que sería su primera película, El Monte Sagrado. Este fue el principio de una estrecha colaboración que se prolongaría durante muchos años. Leni sobrevivió a las más duras condiciones de trabajo, escalando montañas con los pies descalzos, dejándose sepultar por aludes de nieve, pero también aprendió a mirar a través de la cámara. Gracias a otra película, El acorazado Potemkin de Eisenstein, que la cautivó por su revolucionaria técnica, fue consciente por primera vez de que el cine podía ser también una forma de arte.

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Fueron años de éxitos en los que poco a poco se fue labrando una reputación. Fundó su productora. En 1932 dirigió La luz azul, que tras ser premiada en Venecia, la lanzó a la fama internacional. En ese año tuvo también un encuentro que marcaría el resto de su vida. Estaba a punto de salir de viaje hacia Groenlandia, donde debía interpretar el papel de una aviadora en una película de la Universal, cuando recibió una sorprendente invitación, Hitler quería conocerla. Era un gran admirador de sus películas y estaba impresionado por la valentía de una guapa y joven mujer, que resistía sin dejarse dominar, a las presiones de la industria cinematográfica. Volvieron a verse medio año después. Hitler sentía un creciente interés por todo lo que se relacionaba con ella.

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Tuvo las más variadas ofertas incluyendo la de emigrar a Hollywood y convertirse en una gran estrella. Pero Riefenstahl pasó de la caterva de cobardes artistuchos atraídos por el oro capitalista de Hollywood (Fritz Lang, Billy Wilder, Otto Preminger, Robert Siodmak, Max Ophüls o Douglas Sirk, por ejemplo) y se acercó al nacional socialismo triunfante para filmar sus grandes hazañas.

Con la subida al poder del Tercer Reich, se encargó de la dirección de varios documentales: Der Sieg des Glaubens (La Victoria de la Fe, 1933); Triumph des Willens (El Triunfo de la Voluntad, 1935), conocido documental sobre el congreso del NSDAP en Nüremberg en 1934, esta última obtuvo el Premio Nacional de Cinematografía, la medalla de oro en la Bienal de Venecia, y medalla de oro también en la Exposición Universal de Paris en 1937; Tag der Freiheit, Unsere Wehrmacht (Día de libertad, nuestras fuerzas armadas, 1935) corto sobre la Wermacht; y Olympia I y II (Parte I: Fest der Völken; Parte II: Fest der Schönheit; 1936-38: Olimpia I: Fiesta del pueblo & Olimpia II: Fiesta de la belleza). Estrenó su última película Tiefland (Tierra baja, 1944) en 1954.Mientras tanto estuvo viajando por España para rodar los exteriores de “Tierra Baja”, que acabaría aparcada por falta de financiación.

En “El Triunfo de la Voluntad”, arranca del congreso del NSDAP celebrado en 1934 en Nürember para glorificar el proyecto político del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes, presentado al principio de la película a Hitler como un enviado divino (la secuencia de la llegada en avión). Es aclamado y vitoreado por el pueblo enfervorecido, por lo que son recurrentes e inevitables los planos del público, tanto civil como militar. El documental consiste, básicamente, en mostrar toda la poderío NS y en ver lo fiel y entusiasmado que estaba un pueblo que soportaba sin inmutarse y con pasión los discursos continuados de toda la cúpula dirigente del partido, concluyendo con el maestro de ceremonias, Adolf Hitler. Un pueblo que tenía fe en un futuro mejor y en una cosmovisión de la vida que le llevase a cotas más altas.

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Su trabajo mas ambicioso “Olimpia” (“Olympia”, 1938), una epopeya sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Fue la propia Riefenstahl quien propuso a la UFA el proyecto de filmar los Juegos Olímpicos, pero como nunca habían sido los juegos objeto de un largometraje ésta se mostró dubitativa ante su propia propuesta. En esta película tuvo a 60 operadores trabajando a sus órdenes y experimentó con métodos revolucionarios para la época. Mandó colocar ruedas bajo las cámaras para poder seguir la marcha de los atletas (esta innovación que metía raíles de travelling en una pista de atletismo para captar el movimiento en su plenitud) y cavar fosos en el estadio para captar los saltos desde una perspectiva aérea. Se valió de un objetivo de 600 mm, el de más largo alcance y de una cámara subacuática, ideada especialmente por uno de sus colaboradores para los saltos de trampolín. El resultado fueron más de 400.000 metros de película, que tardaron cuatro meses en visionar. El trabajo de montaje duró casi dos años. Se estrenó el 20 de abril de 1938, el día en que Hitler cumplía años. Obtuvo un gran éxito tanto de público como de crítica y Leni emprendió una triunfal gira por Europa, avalada por un nuevo León de Oro conseguido en el Festival de Venecia. Había conseguido su objetivo, crear una película cuyo interés perdurara con el tiempo.

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El 9 de noviembre zarpó rumbo a América, los tres meses de visita resultaron un auténtico fracaso. Todos querían ver la “Olimpia” pero por temor a las posibles represalias de la Liga Anti-Nazi, pr
eferían guardar el secreto. La película era considerada una obra maestra pero nadie en EEUU se atrevería a distribuirla.
Se refugió de nuevo en las montañas, inmersa con los preparativos de una nueva obra, “Pentesilea” y se entrenaba duramente para poder ser la gran amazona que requería su papel. En todos sus trabajos se esforzaba por mostrar una increíble fortaleza, lo que contrastaba amargamente con su realidad cotidiana, ya que a lo largo de su vida ha tenido innumerables problemas de salud. Trabajadora incansable hacía años que no sólo interpretaba y dirigía, sino que también escribía los guiones y cortaba y montaba la cinta. A punto de comenzar el rodaje, recibió una llamada urgente que le comunicaba que debía volver inmediatamente a Berlín. Había empezado la guerra.

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Con algunos de sus colabores partió como corresponsal a Polonia, donde fue testigo en primera línea de las atrocidades de la guerra. Quedó tan horrorizada que pidió autorización para regresar inmediatamente a Berlín y nunca más filmó escenas bélicas.A su regresó comprobó que la industria cinematográfica seguía en pleno apogeo. No era el momento para Pentesilea porque los costes eran demasiado elevados, pero había una productora interesada en continuar con el rodaje de “Tierra Baja”. Regresaron a España para seguir con el rodaje de exteriores, pero la escasez de divisas les hizo tener que trasladarse de nuevo a Alemania.
Durante aquellos años conoció al que más tarde sería su marido, un oficial del ejército llamado Peter Jacob. También tuvo dos pérdidas importantes, la muerte por enfermedad de su padre y la de su hermano, destrozado por una granada en el frente de Rusia.
Debido a los constantes bombardeos sobre Berlín se trasladó a Kitzbühel (Austria), donde depositó todo el material de sus películas, incluida “Tierra Baja” de la que tan sólo faltaba el trabajo de sincronización y montaje.

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El caos que siguió al final de la guerra fue una época especialmente dura. Los americanos la detuvieron tres veces y las tres veces logró escapar. Cuando finalmente pudo regresar a su casa, se la habían confiscado. La obligaron a trasladarse junto a otras personas a un caserío a pocos kilómetros de allí, donde se reunió con su madre y con su marido.Fue detenida nuevamente, encerrada en una celda e interrogada durante meses.

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Un mes después de su puesta en libertad, los americanos se retiraban del Tirol para dejar a una guarnición francesa. Leni se negó a trasladarse ante la imposibilidad de llevarse consigo los rollos de “Tierra Baja”. Confiando en el documento que le habían dado los americanos y recordando los éxitos artísticos obtenidos en Francia, pensó que estaría a salvo.Los franceses la encerraron de nuevo, su enfermedad se agravó y llegó incluso a pensar en el suicidio, asistida por uno de sus carceleros que le entregó un manual de cómo debía hacerlo. Su madre logró interceder por ella y la soltaron, para ver como al poco tiempo le confiscaban los pocos bienes que le quedaban, incluyendo el material fotográfico y el dinero de las cuentas de familia.Les obligaron a trasladarse y ante la imposibilidad de dirigirse a Berlín, pensaron en Friburgo donde esperaban encontrar cobijo en la casa de Fank, que se desentendió completamente de ellos. Vivieron meses en un cuartucho, pasando hambre y miseria. Su matrimonio fracasó, incapaz de soportar tantas tensiones. Intentó recuperar algunas de sus pertenencias que incluían a la película Olimpiáda, dejadas a recaudo de un antiguo amigo y colaborador, pero se encontró con una desagradable sorpresa, éste se había apropiado de ellas.
Una mañana se presentó en su casa un coche militar que la condujo a la peor de las condenas, dejándola recluida en un manicomio. Allí permaneció durante tres meses en los que como una forma de "desnazificación" le estuvieron aplicando electroshocks.

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En diciembre de 1948 tuvo su primer juicio, que se saldó con un veredicto favorable. El gobierno militar francés apeló esta sentencia y fue juzgada nuevamente en 1949, obteniendo un nuevo veredicto a su favor. Se recordaba que antes de que estallara la guerra su película “El Triunfo de la Voluntad”, había recibido las más altas distinciones internacionales. Tras una nueva apelación, se la calificó como simpatizante aunque no perteneciente al partido.

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Durante los siguientes años se vio envuelta en innumerables pleitos para recuperar sus pertenencias. Así se enteró de la ilegalidad cometida por los franceses al confiscar sus bienes y de que habían vulnerado sus derechos de autor al intentar montar los rollos de “Tierra Baja” con el fin de comercializarla directamente. Para tapar el escándalo y cubrirse ante posibles reclamaciones posteriores, estaban haciendo lo imposible para que no se le devolvieran e incluso habían intentado destruir la cinta.
En los años cincuenta intentó inútilmente reconstruir su carrera cinematográfica. Con el material recuperado hizo duplicados de “La luz Azul”, “Olimpia” y finalmente, veinte años después de haber sido empezada, pudo estrenar “Tierra Baja”. A estos se sumaron otros proyectos como el de coproducir una película en Italia, o los tres guiones que escribió inspirados en España, pero cada vez que parecía obtener un éxito o vislumbraba un rayo de esperanza, aparecía en la prensa un artículo difamatorio que la obligaba a pleitear y acababa por frustrar el proyecto.

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Una artista como ella fuera relegada a la incomprensión tras 1945, se fue a África y al mar, para encontrar la calma a su espíritu pacífico y sosegado. En 1961 desembarcó por primera vez en el continente africano donde se enfrascó en la filmación de exteriores para otra película, “Cargamento Negro”, que tampoco vería nunca la luz. En el Hospital de Nairobi donde se recuperaba de un gravísimo accidente que por poco le cuesta la vida, encontró en un número atrasado de la revista Stern, una fotografía que mostraba a unos guerreros africanos de cuerpos esculturales, tan perfectos que parecían estatuas de Rodin. Como único indicativo podía leerse "Los Nuba de Kordofan".

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Apenas había información sobre esta tribu primitiva, que ni siquiera había sido visitada por misioneros. Situó el lugar como una provincia al Sur de Sudán y se obsesionó tanto con encontrar a estos Nuba, que un año después y con 60 años cumplidos, se enroló en una expedición que con fines etnológicos emprendía un viaje por esas tierras.Ni las adversas condiciones en las que se realizaría el trabajo, durmiendo por falta de medios económicos en sacos de dormir en el suelo, ni el hecho de ser la única mujer entre un grupo de hombres, pudieron detenerla.


El tan anhelado encuentro no iba a defraudarla. Se integró perfectamente en las costumbres de la tribu, aprendió su lengua y compartió cobijo y mesa. El resultado fueron unas impactantes fotografías que dieron la vuelta al mundo.Estas imágenes de luchas, ritos iniciáticos, fiestas de los muertos..., no habían sido nunca antes plasmadas por una cámara, incluso las que estaban prohibidas a los ojos de las mujeres, pudo Leni presenciarlas. Había regresado a la escena pública, esta vez convertida en testigo excepcional de una tribu remota y primitiva que desgraciadamente no tardaría mucho tiempo en extinguirse. Devorados por la incipiente civilización, pocos años después se encontraría a sus "orgullosos guerreros" cubiertos con mugrientas camisetas. En sus fotos y grabaciones fílmicas de los Nuba durante los años 60, Riefenstahl iba buscando y encontró, una tribu africana, con la complexión atlética apolínea greco-latina. Un pueblo que por naturaleza ejemplificase su ideal estético-corporal. Pero además declaró sentirse atraída por una tribu donde “no padecían enfermedades”.

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En 1968 conoció a Horst Kettner, un joven cámara al que ella entrenó y que desde entonces se convertiría en su más estrecho colaborador. Junto a él se atrevió a adentrarse todavía más al Sur, en el interior de lo mas remoto de Sudán, en busca de nuevas tribus que hubieran tenido poco o ningún contacto con el hombre blanco.

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Su primer libro sobre los Nuba tardó diez años en publicarse. Sus enemigos volvieron a la carga acusándola de fascista. Algunos intelectuales alemanes creyeron ver en la perfección de estos atléticos desnudos, reminiscencias de la ideología NS.

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En años posteriores realizó varias producciones sobre la vida submarina, que empezó a practicar con mas de 70 años y donde obtuvo excelentes filmaciones. Cuando en agosto de 2002 Leni Riefenstahl alcanzó la edad de 100 años los medios de comunicación lo celebraron enormemente poniéndola como ejemplo de vitalidad sin mencionar que ese vitalismo que tan bien ejemplificaba tenía mucho que ver con su obra y que su obra tenía mucho que ver con el Nacional Socialismo.
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Riefenstahl falleció el 9 de septiembre de 2003 a los 101 años en su casa de Poecking, a bordo del "Starnberger See", en
Baviera. La cineasta, que padecía cáncer y problemas dorsales, falleció mientras dormía, tras un progresivo deterioro de su salud. Todo un ejemplo de mujer vital y que siempre estuvo en busca de la belleza a lo largo de su extensa vida.

Sincera y honesta, más que ninguna, estas fueron algunas de sus declaraciones terminada la IIGM:
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''Hice El Triunfo de la Voluntad en 1935, mucho antes de la guerra, y recibí por ese documental todos los premios imaginables y a ningún periódico se le ocurrió decir que era una película de propaganda nacional socialista. Después de la guerra, todos los periódicos empezaron a decir que sí lo era”

''Eso ocurrió porque perdimos la guerra”

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''Trato de escoger siempre motivos positivos. No me gusta fotografiar gente enferma, no porque los desprecie sino porque quiero trasmitir optimismo''

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"Siempre anduve a la búsqueda de lo insólito, de lo maravilloso y de los misterios de la vida"