Por eso desde aqui queremos realizar un pequeño homenaje a aquellos hombres que dieron su vida por España y por Europa.
Aqui os dejamos un breve resumen de lo que fue la División Española de voluntarios:
El 22 de Junio de 1941, las fuerzas armadas alemanas atravesaban la frontera soviética e iniciaban la llamada operación Barbarroja. Todas las naciones de Europa comprendieron la trascendencia del hecho; se iniciaba la lucha de Occidente contra el régimen soviético, anticipándose al asalto del Continente por el régimen criminal y opresor comunista. Tanto los países aliados de Alemania (Italia, Hungría, Finlandia, Croacia, Rumanía, Eslovaquia), como voluntarios de los países ocupados por las fuerzas del Eje (Francia, Bélgica, Holanda, Noruega, Dinamarca...) e incluso de naciones neutrales (Suecia, España), quieren participar en la lucha por la libertad de sus Patrias contra Stalin. A esta lucha se unieron pronto aquellas naciones sojuzgadas por la URSS (Letonia, Estonia, Lituania, Ucrania) y liberadas por Alemania y voluntarios de otros pueblos que, prisioneros o huyendo, logran llegar a las líneas germanas (pueblos del Cáucaso y Siberia, Hindúes, musulmanes del Norte de África y Oriente Medio), en una lucha a vida o muerte contra los estados comunistas y capitalistas, en un combate de idealismo y libertad contra el materialismo y la esclavitud.
El 24 de Junio de 1941 la juventud española, sobre todo estudiantil, desde diversos puntos de la capital de España inicia una manifestación espontánea que avanza hasta concentrarse frente a la Secretaría General del Movimiento en la calle de Alcalá, en el centro de la ciudad, para ofrecerse en la lucha contra el Comunismo y pedir la participación de España en la cruzada antibolchevique y la defensa de Europa, para así devolver la visita hecha por los soviéticos en 1936/39.
El Ministro Serrano Suñer les habla:”Camaradas: No es tiempo de discursos. Pero es el momento de que la Falange dicte su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable! Culpable de nuestra Guerra Civil. Culpable del asesinato de José Antonio, nuestro fundador. Culpable del asesinato de tantos camaradas y de tantos soldados que cayeron en la guerra provocada por la agresión del comunismo ruso. La destrucción del comunismo es condición necesaria para la supervivencia de una Europa libre y civilizada”.
Inmediatamente se toma la decisión de enviar al frente ruso una división de voluntarios y se abren banderines de enganche en toda España. A esta llamada acuden decenas de miles de voluntarios que pugnan por el privilegio de ocupar una de las 18.000 plazas que tendrá la unidad. Estudiantes y catedráticos, obreros y campesinos, altos cargos del Estado y de la Falange, militares, muchos de los cuales al no tener plaza de oficial se alistan como simples soldados, constituirán la División Española de Voluntarios, llamada División Azul por el color de la camisa de la Falange y cuyos miembros son mayoría en la unidad.
Al frente de la unidad se coloca al General Agustín Muñoz Grandes, uno de los más prestigiosos del ejército español, héroe de las guerras de Marruecos y de la Cruzada de Liberación contra el marxismo en España, 1936/39, afín a los ideales sociales de la Falange, famoso por su capacidad de dirección en el combate y por su campechanía y cuidado paternal por sus soldados en el frente, para los que se convierte rápidamente en un líder querido y admirado.
El 13 de Julio salen de Madrid las primeras Unidades, seguidas por las restantes en los días sucesivos desde las distintas Regiones Militares, con destino al Campamento de Grafenwöhr, donde se transformará en la 250 División de Infantería de la Wehrmacht. Equipada con uniformes, material y armamento, previa una intensísima y rápida instrucción, a finales de agosto embarca en trenes camino de Suwalki, en Polonia, desde donde, como División Hipomóvil, emprende la marcha a pie -unos 1000 Km.- rumbo al frente.
El 12 de Octubre de 1941, Día de la Raza y festividad de la Virgen del Pilar, la División Azul entra en línea en el frente del río Wolchow, en el Sector de Nowgorod. Desde el primer día comienzan los combates con el enemigo, siendo sus actuaciones más destacadas en dicho Sector el establecimiento de la Cabeza de Puente al Este del río Wolchow, haciéndose famosos los poblados de Nilitkino, Otenskj y Possad, donde se mantienen heroicamente a pesar del desgaste sufrido, hasta que el Mando alemán, habiendo abandonado la idea de la ofensiva iniciada en el Sector, ordena la retirada de los españoles a las posiciones originales; la defensa de Udarnik, con su Posición Intermedia; el histórico cruce del lago Ilmen para acudir a liberar a los alemanes sitiados en Wswad; la batalla de Teremez; y la participación con las fuerzas alemanas en la liquidación de la “Bolsa del Wolchow” establecida al Oeste del río, donde se cogió entre miles de prisioneros al mítico General Wlasow.
En el mes de Mayo de 1942 empiezan a llegar de España paulatinamente Batallones en Marcha para cubrir las bajas e ir relevando poco a poco a los hombres de la División. En total, por la División desfilaron unos 46.000 voluntarios, de los cuales alrededor de unos 24.000 procederán de Milicias.
En agosto de 1942 la División Azul es escogida como Unidad de asalto para unirse a la proyectada operación “Luz del Norte” -asalto definitivo a Leningrado- y es trasladada a dicho Sector. Pero los rusos se anticiparon y el 27 de agosto desencadenaron una operación de envergadura al Sur del lago Ladoga para romper el cerco que pesaba sobre Leningrado, obligando a las fuerzas alemanas del 11º Ejército que se estaban concentrando para la operación “Luz del Norte” a acudir en ayuda de las tropas del General Lindemann en aquel frente. Nuestra División tuvo que relevar a las fuerzas alemanas que cubrían en el frente de Leningrado el Sector de Puhskin a Krassny Bor, volviendo nuevamente a la guerra de trinchera donde -como es natural en estos casos- predominaron las misiones propias de la guerra de desgaste.
La batalla del Sur del lago Ladoga iniciada el 27 de Agosto se prolongó hasta el 2 de Octubre, con la liquidación de la bolsa donde habían quedado atrapadas las fuerzas rusas, pero las alemanas habían sufrido también cuantiosas pérdidas, por lo que se suspendió la operación “Luz del Norte”, retirándose el 11º Ejército a otro frente. Sin embargo los rusos no se daban por vencidos, y el 12 de Enero de 1943 iniciaron la operación “Iskra”, lanzando una fuerte ofensiva en la zona de Schlüsselburg, al Sur del Lago Ladoga, con el mismo fin. Consiguieron romper las líneas alemanas y profundizar en ellas, y el II Batallón del Regimiento 269 tuvo que acudir en ayuda de los alemanes, logrando frenar el avance, pero a costa de la pérdida de casi la totalidad de sus efectivos.
En el mes de Diciembre de 1942, le tocó el relevo al General Muñoz Grandes, haciéndose cargo de la División el General Emilio Esteban-Infantes.
La ofensiva rusa del mes de enero al Sur del lago Ladoga les ha permitido romper el bloqueo de Leningrado, abriendo un pasillo en tierra firme por el que acudirían las fuerzas que, a partir de primeros de febrero, se irán concentrando en el Sector de Kolpino. Desde aquí desencadenarán el 10 de febrero de 1943 un brutal ataque, con unos medios desorbitados de artillería, tanques e infantería, sobre las fuerzas españolas que defendían el Sector de Krassny Bor. La dureza de la batalla queda reflejada en el total 2.252 bajas, que representan el 53% de los españoles que intervinieron. Aunque el enemigo consiguió avanzar unos pocos kilómetros, no consiguieron romper el frente, sufriendo tal desgaste que les impidió progresar por el ferrocarril que une Leningrado con Moscú, tal como era su propósito.
Batallón de zapadores en marcha. Frente de Leningrado. Junio 1943
Después de la batalla de Krassny Bor, siguió la División en el mismo frente y -salvo el ataque del 19 de marzo que fué rotundamente rechazado-, con la misma tónica de golpes de mano de uno y otro bando, con acciones locales de mayor o menor envergadura, hasta el 5 de Octubre que, relevada por fuerzas alemanas, pasa a la zona de Oranienbaun para descansar y reponerse. Sin embargo, pocos días después llegaba la orden de repatriación escalonada, quedando en su lugar una fuerza reducida de unos 2.300 hombres, denominada “Legión Azul”, bajo el mando del Coronel Antonio García Navarro.
El 15 de diciembre de 1943, organizada la Legión, emprende el viaje hacia el frente, incorporándose a la 121 División alemana. Releva a fuerzas alemanas en una zona próxima al Sector donde ya estuvo la División, cerca de Leningrado, cubriendo un frente de 11 Km. Rechazará todos los intentos de golpes de mano del enemigo hasta que el 19 de enero de 1944, recibida la orden de evacuar el frente, empieza la retirada conjuntamente con las fuerzas alemanas, debiendo en muchas ocasiones proteger la retirada del grueso de dichas fuerzas, tanto contra las unidades regulares que avanzaban como las bandas de partisanos que infestaban la zona. A primeros de febrero embarca la unidad en ferrocarril al objeto de reorganizarse en retaguardia en la zona de Taps, pero ahí llegará la orden de repatriación de la Legión. Los anglosajones habían ganado la partida, y poco después la Legión regresaría a España, también en forma escalonada, en silencio, para que nadie se percatara del cambio producido en la política del Gobierno español.
Las condiciones climatológicas en las que tuvo que desenvolverse la División, fueron extraordinariamente adversas. En el invierno 1941-42 se alcanzaron mínimas que alcanzaron los 52º bajo cero, siendo éste el invierno más frío desde hacía más de medio siglo. Si en invierno hubo que luchar contra el frío, en primavera, en tiempo de deshielo, fue el barro -la célebre “rasputiska”, que lo cubrió todo- la gran dificultad, haciendo impracticables los caminos.
El comportamiento de los voluntarios españoles en el frente queda bien patente, no sólo por lo reflejado en los escritos de felicitaciones de todos los Jefes alemanes bajo los cuales actuaron la División o Unidades destacadas de la misma, sino también en las recompensas concedidas, tanto por parte del Ejército alemán como del español: 8 Laureadas Individuales, 42 Medallas Militares Individuales y 2 Colectivas, sin citar aquí las condecoraciones concedidas de rango inferiores; 2 Cruces de Caballero de la Cruz de Hierro -1 de ellas con las Hojas de Roble para el General Muñoz Grandes-, 2 Cruces de Oro alemanas, más de 135 Cruces de Hierro de 1ª clase, más de 2362 de 2ª, más de 16 Cruces del Mérito Militar con Espadas de 1ª y más de 2.200 de 2ª.
Mientras en el Sector Norte del frente ruso luchaba la División Azul, en los aires del Sector Central también actuaba una Unidad española: la Escuadrilla Azul, dando muestras de su arrojo y pericia, émulos de García Morato.
El 25 de Julio de 1941 salía de Madrid la 1ª Escuadrilla, compuesta por unos 145 hombres entre pilotos, especialistas y demás personal auxiliar de tierra, al mando del Comandante Ángel Salas Larrazabal. Actuaron con el VIII Cuerpo Aéreo mandado por el General Reichtofen, antiguo Jefe de la Legión Cóndor en la Cruzada Española. El día 2 de Octubre iniciaron los primeros servicios de guerra y siguieron las peripecias de las fuerzas de tierra en su avance hacia Moscú, y el consiguiente repliegue cuando se suspendió la operación a causa de las condiciones climatológicas. Llegaron a sobrevolar Moscú.
Si el frío hacía mella en el personal, los aparatos sufrían también sus consecuencias imposibilitando en muchas ocasiones su utilización. Este inconveniente se agravaba por el hecho de que las fuerzas alemanas en su avance se encontraban con los aeropuertos totalmente destruidos e inutilizables, requiriendo una rápida adaptación para poderlos utilizar, mientras los rusos conservaban sus aeropuertos prácticamente intactos y acondicionados para proteger sus aviones y al personal. No obstante, esta 1ª Escuadrilla prestó 460 servicios de guerra, contabilizando 10 aviones enemigos derribados en combate y 4 destruidos en tierra.
A esta 1ª Escuadrilla se sucedieron, relevándose cada seis meses, la 2ª, 3ª y 4ª, mientras que la 5ª no llegó a completarse en el frente, porque el 6 de marzo de 1944 recibía la orden de repatriación al mismo tiempo que la Legión Azul.
Entre las distintas Escuadrillas, que actuaron siempre en el Sector Central, destruyeron 160 aviones enemigos, aunque también ellos sufrieron, como es natural, sus bajas: 19 muertos y desaparecidos en combate, 1 prisionero y 5 heridos. 11 Medallas Militares Individuales premiaron la actuación de otros tantos pilotos, 5 de ellas concedidas a título póstumo.
Al repatriarse la División y posteriormente la Legión y la última Escuadrilla, en Rusia -además de los cerca de 5000 Caídos esparcidos entre los 162 lugares de enterramientos de los que tenemos constancia- quedaba en los “Gulags” de la URSS un grupo de prisioneros españoles que sufrieron las penalidades del cautiverio durante más de diez años, manteniendo la mayoría de ellos muy alto el pabellón español. El 2 de Abril de 1954 -tras dilatadas negociaciones- entraba en el puerto de Barcelona el vapor “Semiramis” que traía a bordo 286 repatriados, de los cuales 227 prisioneros y desertores.
Aqui un breve resumen de la batalla de Krasny Bor:
Hoy 10 de febrero se cumple el 66 aniversario de Krasny Bor, la mas dura
batalla de la División Azul en el frente ruso. un superviviente, el entonces
sargento Ángel Salamanca, rememora como la nieve se lleno de cadáveres de
españoles
«Parece que el cielo se va a desplomar encima de ti, que se acaba el mundo,
que nadie va a quedar vivo. Faltaban pocos minutos para las siete de la
mañana del 10 de febrero de 1943 y había comenzado el miércoles negro en
Krasny Bor. La artillería rusa inició el castigo sin piedad. Los españoles
que estábamos en primera línea corrimos a los búnkeres a cobijarnos de los
fogonazos de más de 800 cañones que hacían agujeros tan grandes como plazas
de toros. La tierra temblaba y el humo hacía difícil la
visibilidad. Estábamos escondidos como ratas en el búnker, a 2,5 metros de
profundidad. Todo era ruido, fuego, gritos, lodo, nieve y sangre. El
termómetro no subía de los 25º bajo cero. Pese al frío, se sudaba, pero no
se comía, ni se bebía, ni se fumaba, ni se daban los buenos días.
Muchos oficiales, en labores de vigilancia, fueron alcanzados con los
primeros bombazos, dejando sin mando a la tropa. Fue ésta una de las claves
de la batalla. Se decía que nunca caía un obús o un mortero donde ya había
caído otro. Mentira. Caían por cientos, unos encima de otros, y al explotar
esparcían metal caliente en todas direcciones. Cada una de las 800 bocas
vomitaba fuego cada 10 segundos, el tiempo necesario para cargar y
disparar. Enseguida se sumaron los famosos organillos de Stalin, camiones con
plataformas de artillería que disparaban consecutivamente, provocando un
ruido atroz, como si fuesen órganos. Tanto poderío militar para el sector
tan reducido por el que se peleaba era una barbaridad.
La División Azul estaba desplegada en el norte del pueblo de Krasny Bor, en
un frente de 20 kilómetros de largo al sur del sitiado Leningrado. Desde
1941 los alemanes habían cercado la ciudad y, en su intento definitivo por
acabar con el sitio, los soviéticos habían elegido Krasny Bor. Estábamos,
pues, en el eje de su ataque. Mi unidad, unos 5.000 hombres -aproximadamente
un tercio de los efectivos españoles- se encontraba allí.
Yo estaba incorporado como sargento a la Quinta Compañía del II Batallón del
Regimiento 262, a las órdenes del capitán Teodoro Palacios, quien me destinó
a la segunda sección, al mando del alférez Céspedes. A mi cargo tenía un
pelotón reducido de 35 hombres. Venía de un larga experiencia en combate en
primera línea adquirida en los frentes de Aragón, Madrid y Cataluña durante
la Guerra Civil desde agosto de 1936, cuando tenía 17 años. Me enrolé en la
División Azul en verano de 1942, en Logroño.
Cuando empezaron las hostilidades aquella mañana del 10 de febrero, en
realidad hacía ya días que sabíamos que algo gordo se cocía en las filas
rusas. En las trincheras, Radio Macuto informa con mucha antelación. Un
ucraniano que se pasó al bando español en la noche del 9 de febrero fue la
señal inequívoca de que el ataque era inminente: llevaba ropa interior
nueva, una costumbre local antes de la batalla para morir limpios y puros si
caían abatidos en combate. Entendimos rápidamente que en pocas horas
empezaría el baile. Había tensión, pero no miedo.
El fuego de artillería duró más de dos horas, en las que se produjo la mitad
de las bajas del día. Al cesar la artillería, comenzaron las pasadas de la
aviación enemiga, que hostigaron especialmente a nuestra Quinta Compañía;
sólo en el pelotón bajo mi mando hubo una decena de bajas, entre muertos y
heridos, en las tres primeras horas. Otras compañías fueron literalmente
trituradas.
Pese a que el avance terrestre del Ejército Rojo se produjo por cuatro
líneas de penetración con una división en cada una -44.000 hombres en
total-, se toparon con serias dificultades. El calor de la artillería había
dejado el acceso a nuestras nevadas posiciones como un completo barrizal por
donde los carros de combate KV-1 y T-34 quedaban atascados y los
esquiadores, empantanados.
Pero más importante fue que no esperaban nuestra respuesta. Creían que tras
el bombardeo estaríamos todos muertos. Y lo que hicimos fue salir a nuestros
puestos, emplazar las máquinas y recibirlos a fuego limpio. Las órdenes del
capitán Palacios eran claras: "¡Resistir y resistir!".
Aunque la infantería rusa llegaba por oleadas, lo hacía muy desordenada y
pudimos repeler los primeros ataques. Había que resistir hasta morir. Pero
iban acumulándose las bajas; entre ellas la del alférez Céspedes. Si había
heridos, se les evacuaba. Si había cadáveres, se apartaban para no pisarlos
y se seguía disparando. El espectáculo era dantesco. Para coger una pistola
y pegarse un tiro.
A media mañana, los rusos habían perforado el frente por tres sitios, pero
los capitanes Campos, Oroquieta, Aramburu y Palacios resistían a duras penas
con seis compañías muy debilitadas. La Luftwaffe no hacía acto de presencia;
y la División SS Volkspolizei, situada en la media distancia, no podía
auxiliar, pues debía aguantar para hacer frente a una previsible embestida
rusa.
A mediodía estábamos prácticamente cercados por el flanco izquierdo. Mi
sección, sin oficial al mando, era ya un islote con unos pocos
supervivientes. Sólo pude atrincherarme y abrir fuego de costado. Primero con
un único tubo de mortero que defendía Joaquín, un cabo de Ponferrada. Cubría
su ojo izquierdo con una mano porque le habían pegado un tiro en la cara.
Nos retiramos por la trinchera de evacuación y regresé con dos soldados más
para recuperar parte de la munición y alimentos del búnker y destruir el
resto. Tiramos bombas de mano como locos. Al retirarnos al enclave donde
resistía Palacios, éste me dijo: "¡Salamanca, desde este momento eres
Medalla Militar!". Acto seguido acudí al sector del puesto de mando. Sólo
quedaba operativo un fusil ametrallador, pero causó estragos.
Llegaban columnas con medio centenar de hombres que eran abatidos
sistemáticamente. Disparábamos ferozmente, sin parar, esperando a que el
enemigo se encontrase a menos de 100 metros, disparábamos al bulto. Pero
hasta un ciego habría hecho blanco.
Toda la potencia de fuego de la máquina, 1.300 disparos por minuto, provocó
una carnicería en las filas enemigas y nos mantuvo con vida. No es que
nuestro cañón estuviese caliente, es que estaba al rojo vivo. En la
refriega, tres veces cayó el soldado que la servía. Cuando un cuarto soldado
me dijo con la mirada: «Sargento, ¿quiere usted que me maten?», decidí
empuñar personalmente la ametralladora. Al cabo, los rusos acertaron con una
granada de 120 que cayó ante el cañón. Salí despedido cuatro metros,
perdiendo el conocimiento momentáneamente, la cara llena de sangre y
metralla y una ceguera casi total por el alumbramiento del fogonazo. Fui
evacuado al búnker. Luego supe que tenía también una herida de bala en la
rodilla.
Sin munición, con la mayoría de los supervivientes heridos y los indemnes,
agotados, el final estaba próximo. A las tres de la tarde, un soldado entró
al búnker: "De parte del capitán, que salgáis todos; estamos hechos
prisioneros". Los 25 heridos salimos y encontramos a otros 18 hombres con
las manos en alto con el capitán Palacios al frente. Nos mandaron formar e
hicieron un simulacro de fusilamiento pero sólo se tiraron como fieras sobre
nuestros relojes y todo lo que llevábamos.
El trayecto hasta Kolpino, en fila de a tres, fue entre una alfombra de
cadáveres. No nos trataron mal gracias a un jefe de escolta mongol que no
debió de haber otro mejor en toda la Unión Soviética. Los 30 detenidos de
Oroquieta, con los que enlazamos, recibieron toda suerte de golpes. Al
llegar a Kolpino, un enloquecido grupo de mujeres rusas trató de atacarnos,
pero el mongol las rechazó a culatazos.
Enseguida empezaron los interrogatorios, con las traducciones de un español
enrolado en el Ejército soviético. Todo el afán del coronel ruso era saber
qué armamento usábamos, hablándonos incluso de un arma secreta de Hitler.
«Dice el coronel que habéis causado más de 14.000 bajas, y eso es imposible
con ametralladoras y fusiles mauser corrientes», nos informó el republicano
español.
Luego vino un cautiverio en campos de concentración que se alargó hasta
1954. Las estadísticas hablan de 2.252 bajas españolas (1.125 muertos, 91
desaparecidos y 1.036 heridos) en un solo día. Otras 1.000 se sumaron en los
días posteriores. Aunque los españoles retrocedimos ese día tres kilómetros,
los rusos no avanzaron más. Tras intensos combates, el mando soviético
ordenó a sus fuerzas pasar a la defensiva. El frente quedó estabilizado
durante un año.
La batalla de Krasny Bor, con una encomiable resistencia de nuestra
División -el 10 de febrero se consiguieron tres de las ocho laureadas de la
División Azul en la URSS- enterró una gran ofensiva posterior para romper el
cerco de Leningrado. Los divisionarios que luchamos allí y estuvimos
cautivos hasta 1954 no supimos qué ocurrió hasta el regreso a España, pero
teníamos la creencia de que la ofensiva no había llegado más al sur que
Krasny Bor.»
BLAU DIVISIÓN SIEMPRE PRESENTES!
!ARRIBA ESPAÑA!
!ARRIBA EUROPA!
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