Desgraciadamente la economía se ha convertido en el objetivo exclusivo de la vida nacional, por encima de la lógica y de las leyes morales. Por lo tanto, al abordar el funcionamiento financiero a nivel de estado, también analizaremos la actuación política en ámbitos como el trabajo y la vivienda entre otros, sólo de forma breve, ya que se intentarán enfocar de forma independiente en futuros artículos.
Por otra parte, la política abarca todos los aspectos de la vida, aunque parezca imposible, ya que son los gobiernos los que dictan las normas que afectan a todo lo que ocurre dentro del territorio nacional, y que por lo tanto condicionan en parte la forma de vida de sus habitantes. Pero todos tenemos conciencia de que la política actual, siempre al margen de ideales, depende del capital del estado y cada vez más del capital de particulares, que sin ser políticos, sólo empresarios, se ven en medio del circo de intereses en que se ha convertido la democracia que conocemos hoy día, decidiendo sobre asuntos sociales que no les conciernen en absoluto y consiguiendo arrastrar al gobierno a su propio terreno, que no es otro que el de lograr mayores ingresos para sus corporaciones, independientemente del beneficio o perjuicio del resto de la nación, consiguiendo de ese modo que las decisiones del gobierno no sean todo lo acertadas que debieran, por estar corruptas por el dios en el que se ha convertido el dinero.
Por lo tanto, y desgraciadamente, el dinero influye de alguna manera en todos los ámbitos de la vida, y tiene un gran peso en las mentes de los líderes a la hora de tomar decisiones, cosa que es un grave error.
La lógica (y la moral también debería), nos dice que la riqueza de un país debe ser repartida, en la medida de lo posible, entre todos sus ciudadanos; ya que un país como España tiene recursos más que suficientes para que toda su población pueda vivir (que no sobrevivir) acomodadamente e incluso abundantemente. Este punto es lo que parece que ha diferenciado a los dos principales partidos y corrientes políticas de nuestro país en las últimas décadas: los que defienden al empresario y los que defienden al trabajador. Esto no es cierto en ninguno de los dos casos, ya que el que defiende al empresario también está logrando mayores puestos de trabajo, auque no de la forma más eficaz que debería, y el que afirma defender al trabajador no cumple ya que como he hecho mención anteriormente, ellos mismos dependen y tienen que responder ante grandes empresarios que no les van a permitir arrebatarles sus capitales.
Es una forma extremadamente simple para definir las dos vertientes actuales, económicamente hablando, pero para los ojos de la población, parece que así sea.
Sea como fuere, ninguna de las dos posturas es la correcta, y nos lo han demostrado una vez más, arrastrándonos a otra crisis a nivel mundial.
Por lo tanto deducimos que sistema comunista no funciona, por supuesto y demostrado está por la pobreza de la población de los países bajo dicho régimen, pero que el capitalismo tan liberal en el que ahora mismo vivimos y que le llena los bolsillos unos pocos, tampoco funciona. Los dos sistemas financieros que conocemos hoy día han dejado de servirnos y hay que “inventar uno nuevo”.
La solución es tratar de crear nuevas arquitecturas financieras que relacionen de una forma más eficaz el poder público y el sector privado a través de un marco regulatorio que evite esta desproporción de riqueza que produce el capitalismo liberal. En definitiva, un mayor control del estado en las finanzas para evitar monopolios y especulaciones especialmente. Esto es un sistema nacionalista social, que, como su propio nombre indica, mira por el empresario, dándole una libertad de acción y apoyo que otros sistemas no ofrecen; mira por el empleado, ya que la finalidad de la política es (o debería ser) lograr un mayor poder adquisitivo en la ciudadanía (entre otras cosas) y por consiguiente, una mayor calidad de vida; y mira por la nación, para que, con un país con una buena salud financiera, se pueda cumplir con los dos aspectos anteriores. Si cualquiera de los tres pilares de la sociedad falla (empresas-sector privado, trabajadores-ciudadanos y nación-poder público) la economía se va al traste, y con ella, la calidad de vida.
Toda la sociedad, al margen del sector en el que se encuentre, debe “empujar” en la misma dirección: el empresario debe ser consciente de mejorar la calidad laboral de sus trabajadores, reduciendo la jornada laboral y aumentando los salarios. “Imposible”, dirán, se necesita entonces ayuda del estado, correcto. El estado por su parte se ha de comprometer a mejorar la salud de las empresas, grandes y pequeñas, para que esto sea posible. Un ejemplo podría ser: prevenir el paro ayudando económicamente a la empresa afectada para tratar de evitar que reduzca plantilla. Por supuesto aquí es donde entra el estado a formar parte del funcionamiento financiero de las empresas para que ese dinero llegue a donde debe llegar. Las empresas serán mayores y consolidadas con el apoyo del estado, y proporcionarán mayor cantidad de puestos de trabajo y con mejores condiciones, afectando sólo de forma positiva a la economía del empresario. Otra medida imprescindible en la ayuda y fomento de la creación de empresas es la integración de los autónomos en la seguridad social y el sistema de pensiones, para que disfruten del derecho a la prestación por desempleo y jubilación.
Por su parte, el empleado disfrutará de mayores ingresos y condiciones de trabajo, gracias a la empresa y al estado, y deberá ser consecuente y responder antes sus obligaciones para con la empresa y el estado, evidentemente.
Este mismo sistema ha de aplicarse en todos los campos en los que la economía tenga cabida, es decir, en muchos. Como en la vivienda, que ha sido la principal causante de la actual crisis financiera, por una total despreocupación del gobierno, ya sea por dejadez, por ignorancia en operaciones bancarias, o por corrupción, sobre todo en los ayuntamientos. Todas las familias españolas deben disfrutar de una vivienda digna, el estado, los empresarios y los ciudadanos deben comprometerse en conseguirlo. El estado debe regular el coste de la vivienda, ya sea de construcción nueva, de reventa, o de alquiler.
El poder público también debe estar representado en la banca, donde actualmente no existe una relación directa con el ciudadano, ya se trate de un trabajador por cuenta ajena o de un autónomo, transfiriendo el control de las actividades de las cajas de ahorro al estado, el cual no tendrá ánimo de lucro como objetivo, sino la intención de prestar un servicio a la sociedad bajo una prestación del coste real del dinero, que es el que marcan los bancos centrales (banco de España o banco central europeo). Este interés se encuentra ahora alrededor del 1,5%, mientras que en la banca privada rondan el 10%.
Para que este control del estado sea factible, la corrupción en el mismo no debe existir. Esto parece lógico, pero no llega a producirse nunca, y lo que sí ocurre es que el gobernar un país se haya convertido en una carrera por ver quién se llena más los bolsillos, antes de que en las próximas elecciones puedan perder el poder.
Este ha sido el problema de los gobiernos recientes, que no se preocupan por el futuro a largo plazo, si no a medio-corto plazo que es el tiempo del cual les van a pedir responsabilidades, “que de el futuro se encargue otro, al que le toque en ese momento”.
El consumo desmesurado y descontrolado producido por un sistema capitalista liberal como el de ahora, tampoco es beneficioso nada más que a corto plazo. Porque la realidad es que adquirimos muchos bienes que al poco tiempo resultan inútiles y se desechan. Esto provoca que necesitemos más dinero del necesario para vivir, al margen de una cantidad desmesurada de residuos ambientales resultante, por un lado, de esas compras compulsivas y auto obligadas por la sociedad, y por otro, de la cada vez peor calidad de los productos en venta, que cada vez duran menos tiempo obligando al ciudadano a adquirir otro artículo semejante al poco tiempo y desechar el anterior, ya sea por estar defectuoso o por quedar anticuado tal vez antes de lo que debería, que no es más que una táctica de las grandes firmas para conseguir mayores beneficios, reduciendo costes de producción y no importándoles el resultado final, ni el perjuicio de la población general, sólo los ingresos. Aquí el estado también debe actuar, puesto que se trata de la economía de la población y de su calidad de vida, y el estado debe, insisto, luchar por mejorar ambas. Igual que tampoco debería permitirse ese bombardeo de publicidad fraudulenta de artículos mágicos, que después de haber sido adquiridos dejan de ser útiles y al poco tiempo se inicia otra campaña publicitaria de otro producto y vuelta a empezar. Si sólo invirtiéramos en lo que realmente mejora nuestra calidad de vida, no necesitaríamos tanto dinero para vivir, y con el capital restante podríamos embarcarnos en proyectos realmente importantes e interesantes para todo el país.
Auténticas lacras para la sociedad como el alcohol, el tabaco y las drogas (las tres permitidas por el estado, y no crean que no); otras que simplemente no son necesarias para la vida, como infinidad de artículos adquiridos por obligación social en determinadas fechas del año que acaban en la basura, como ya se ha comentado; los impuestos desproporcionados, junto a sanciones por causas triviales, que se han convertido en el mejor método de recaudación y sustento de la economía nacional; el desembolso desmedido de la población y empresas en arbitrariedades como pueda ser el fútbol, que sólo conduce a que un grupo de deportistas estén completamente, desmedida y absurdamente “archiforrados”; una constante salida del capital de nuestro país para el tercer mundo que se pierde por el camino (que no es un error por la ayuda en sí, por supuesto, si no por lo absurdo del plan, que nos hace creer que de verdad estamos ayudando a estos países, cuando si las cuatro potencias mundiales decidiesen acabar con el hambre en el mundo, lo lograrían en un abrir y cerrar de ojos, puesto es algo perfectamente posible, pero que “no interesa” a unos pocos); medidas absurdas e inútiles del gobierno para silenciar a unos pocos (como la vivienda protegida, ya trataremos este problema con más detalle y cuál debería ser la solución al precio desmedido de la vivienda, becas a estudiantes de secundaria cuando tal vez deberían ser mayores las que reciban los estudiantes universitarios, etc.) y lo que se ha convertido en una compra de votos descarada regalando dinero a diestro y siniestro sin que nada solucione realmente, sólo tapando agujeros con parches para que el agua no llegue a desbordarse del todo y puedan seguir en el poder.
Un largo etcétera de gastos inútiles por parte tanto del gobierno como de la sociedad en general, son los que han dado resultado a este desalmado esfuerzo por codiciar dinero a toda costa, pasando por encima de todo tipo de leyes morales y sociales.
Continuando con lo que debe ser el principal objetivo financiero para el gobierno, que es el lógico reparto de riqueza y mejora de la calidad de vida, siempre se ha de tener en cuenta y ser realistas, de que no todos los ciudadanos del país pueden tener los mismos ingresos, como es lógico; eso se llama comunismo (aunque el comunismo en realidad no existe, ya que no creo que ningún líder marxista tenga los mismos ingresos que el último “empleadillo” de cualquier empresa, lo que lo convierte en una gran mentira y mayor estafa a la sociedad, la mayor de todas).
Cada persona tiene que esforzarse individualmente por conseguir su sitio, mayores ingresos y mejor calidad de vida, al margen de la ayuda que pueda recibir del estado. No sería justo que, por ejemplo, un médico que ha estudiado durante años una carrera con una gran dificultad y que encima ha sobresalido entre sus colegas, y lleva a cabo una labor de gran responsabilidad, llegue a cobrar lo mismo que alguien que desempeña unas tareas, digamos, más corrientes. Como tampoco sería justo que alguien con una gran visión para los negocios no tuviera libertad para crear empresas y lograr un estatus por encima de la media. La riqueza no se puede repartir sin sensibilidad y sin entender el esfuerzo que conlleva el crear una empresa (además del riesgo y de las noches en vela), el estudiar una carrera universitaria, o el ser un empleado modelo que consigue ascender en su empresa o agencia gracias a su propio esfuerzo.
Este reparto por lo tanto debe ser simplemente lógico, porque de lo contrario, ¿por qué alguien va a esforzarse si al final va a conseguir los mismos ingresos?
No, el objetivo es el contrario, es fomentar la sana competitividad, tanto en las escuelas (igualmente abordaremos la situación de la nefasta enseñanza actual y cómo debería funcionar realmente esta delegación), como en los negocios, como en los puestos de los funcionarios, que deben entender su responsabilidad para con la sociedad y a cambio de haber conseguido un buen puesto de trabajo estable y bien remunerado, rendir y responder como se merece la población. En definitiva conseguir paulatinamente mejorar la preparación, profesionalidad y calidad en general del personal que ocupe cada uno de los puestos que han de ocuparse en todo el territorio nacional.
La economía de toda una nación nunca puede estar en manos de unos pocos para beneficio propio, y antes de tomar una decisión se han de tener en cuenta los tres pilares de la sociedad a los que anteriormente hice mención: empresa, ciudadano y nación; y tener claro que el objetivo siempre ha de ser a largo plazo, nunca soluciones improvisadas para permanecer en el poder a toda costa, como se hace cada vez con mayor frecuencia, y debe ser sólo uno: mejorar la CALIDAD DE VIDA.
Todo gobierno que no se centre únicamente en este punto de vista fracasará, como lo han venido haciendo TODOS hasta ahora.
A. Acebes Espinar- Militante AN-Málaga