Los magistrados demuestran su conocimiento perfecto del código penal, los delitos, las agravantes, las atenuantes, sus interpretaciones jurisprudenciales más recientes, etc. y lo ponen en la sentencia, para que se sepa. Ellos de ninguna manera se dejan influenciar por el ambiente social y mediático, el poder político, la ideología dominante, no. Ellos hacen Justicia con mayúsculas. Hombre, las leyes hay que interpretarlas, eso sí. Por eso, cuando se habla de superioridad, ellos demuestran sabiamente que no había superioridad de Josué contra sus 100 enemigos, por lo que no le ponen ese agravante, no. Quizá no se les ocurrió que la superioridad es de 100 contra 1, por mucha navaja que tenga uno. Pero claro, se trataba de 100 indefensos colegiales que hacían prácticas de “Educación para la ciudadanía” ¡angelitos! Con la misma sabiduría, los jueces dicen que no hay que tener en cuenta las numerosas armas que les confiscaron a los colegiales de las Brigadas Antifascistas, porque eso fue después y porque estaban muy indignados. Esta Justicia que tiene vendados los ojos no se ha enterado de que esos colegiales arrasan ciudades y a duras penas pueden ser contenidos por compañías enteras de robustos policías bien entrenados y equipados. Y lo hacen desde muchos años antes de que muriera Carlos Palomino. Y hasta antes de que naciera.
Pero Josué sí que lo sabía, porque anda en metro, es joven, sabe las consecuencias de ser identificado como español, mucho más como nazi. Es que nació en Galdácano, provincia de Vizcaya, y vivía en Fuenlabrada, y ha vivido y sabido de muchos hechos de este tipo, la “kale borroka”, el terrorismo y la intimidación que son moneda corriente en nuestras ciudades, no sólo en lo que ahora llaman Euskadi, sino en toda la geografía nacional. Sabe que estas Brigadas Antifascistas son uña y carne con los batasunos de allí. Ha conocido a ambos. Sabe cómo se las gastan. Y decidió, erróneamente, que si le pillaban a él no se iba a dejar apalizar y quizá matar.
La Justicia de la venda en los ojos no ha visto estas cosas, no las conoce, no se lo han demostrado, ni el Jefe de la Brigada de Información que se ocupa de estas cosas ni nadie, faltaría más, que ellos también son funcionarios sujetos a los caprichos del poder político de turno, ahora socialista y primo hermano ayer y ahora de Brigadistas Internacionales, Brigadas del Amanecer, chekistas, maquis, etarras, frapperos y grapos. La Justicia de la venda no ha visto las pintadas y carteles por todas partes donde se incita a aplastar al fascismo y al nazismo, que en su visión blanquinegra y burriciega no son otra cosa que los que se identifican como españoles. Por eso no se ven españoles con símbolos españoles salvo en los partidos de fútbol. El terrorismo izquierdista, la excrecencia de ETA y sus parásitos, los “sans coulottes” primigenios de la Revolución Francesa, ese humus sin escrúpulos que necesita toda Revolución para cometer sus execrables crímenes, ha conseguido que los españoles tengan miedo de portar símbolos españoles, caso único en el mundo. Pero claro, la prensa tampoco se prodiga en contar lo que pasa.
No, nada de eso lo ha visto la Justicia con los ojos vendados. Simplemente, a tenor de la sentencia, Josué es el agresor, el depredador que salió a la caza de pacíficos colegiales antifascistas. No hay una banda terrorista que pretende reventar violentamente una manifestación legal, se organiza, queda y marcha con esa intención.
No explica la sentencia cómo es que Josué esperó a que se dirigieran a él para responder, cuando podía haber atacado directamente, sin mediar palabra, si tenía ese propósito de atacar y agredir. Cuando puede hacerlo por la espalda y a traición, yendo a cazar a propósito, buscándolos cuando están solos, desprevenidos, indefensos. No tenía antecedentes, no lo había hecho nunca. Si no tenía intención de defenderse, sino de atacar, ¿por qué esperó a que llegaran 100 antifascistas cuando él estaba solo?
No, la Justicia no podía ver con la venda puesta. Pero ha usado la clarividencia. Ha determinado que Josué estaba muy sereno y no tenía miedo. Ignora esa Justicia que la valentía no consiste en no tener miedo, sino en vencer el miedo y sobreponerse a él. El único que puede saber si tenía miedo o no es Josué, o quizá ni él mismo lo sepa, ya que en esas situaciones todo sucede a velocidad de vértigo, con actos reflejos, siendo muchas veces imposible al protagonista recordar cada instante. Josué reacciona no aparentando miedo ni alarma, precisamente para no ser detectado, se sitúa junto a la puerta, punto más próximo de escape. Pese a que despierta de un letargo somnoliento, como demuestra su bostezo. Y su experiencia y su instinto le dicen que no puede esperar a que comience a ser golpeado masivamente desde todas partes, por lo que la mejor defensa es un buen ataque y va a usar su arma en cuanto sea afrentado y afrontado. Tiene un segundo para reaccionar y reacciona como reaccionó.
Pero todo esto, que puede ver cualquier ser racional, no lo puede ver la Justicia con venda. Así que usa la clarividencia. Y determina y sentencia que no hay ningún miedo ni razón para tenerlo en Josué. Que lo que pasa es que odia a los otros y quiere matar. Y mata, así, por odio ideológico. Los otros, los angelitos antifascistas, aprendices de etarras, simpatizantes de los etarras, no tienen odio ideológico a los fascistas, nazis y demás. Ellos no tienen que ser juzgados ni condenados, ni tienen superioridad, ni son una banda terrorista.
Además, la sapiencia de los magistrados, unida a su clarividencia, determina que Josué sabía de antemano que iba a matar y que conseguiría hacerlo. Por eso propinó la puñalada en el espacio intercostal tal y cual, donde al penetrar se encuentran los órganos tales y cuales. Ya quisieran muchos pacientes de la Seguridad Social encontrarse con tan buenos médicos con ese ojo clínico. En un segundo Josué supo más del cuerpo humano que los estudiantes de 4º de Medicina. ¿De dónde se deduce eso? De la clarividencia judicial, ni más ni menos.
Ya dije en declaraciones y artículos anteriores que no me cabía duda de que se trataba de un caso de legítima defensa y dije al mismo tiempo que la única cuestión que podía abordar la justicia era la proporcionalidad, es decir, si a Josué le dio tiempo en ese segundo a pensar que las consecuencias de una puñalada directa al pecho podría matar y si pensó que tenía la alternativa de herir en un lugar menos peligroso para evitar tan fatal resultado. La Justicia ciega no ha querido dilucidar eso, según se desprende de la sentencia. Simplemente, ha usado la clarividencia para determinar que quería matar sin otro motivo que el odio ideológico. Y punto. Y se han quedado tan panchos. No se trataba de hacer Justicia, sino de dar un escarmiento.
Además, como llevaba una marca de ropa, gritó “Sieg Heil” y extendió el brazo hasta la altura del hombro, cosas a las que no tiene ningún derecho, claro, y llamó “guarros” a esos angelitos escolares antifascistas modelo de urbanidad y aseo higiénico, refractarios a drogas y alcohol, no tiene perdón de Dios. Así que máximo grado en todos los delitos en los que se le ha querido inculpar. Con agravante ideológico.
Dicho de otra manera, como enseña pedagógicamente el ex terrorista del FRAPP Esteban Ybarra, que sigue tan antifascista y tan enemigo de los patriotas como entonces, pero ahora a costa del erario público y de los impuestos de los españoles, lo que enseña la clarividente sentencia es lo siguiente:
Está prohibido el patriotismo y cualquier signo externo del mismo.
Está permitido a los antifascistas atacar y agredir a los que consideren fascistas.
Si el supuesto fascista se defiende con éxito de los antifascistas, será condenado a las más duras penas.
Exactamente igual que en la II República y en la zona roja.
Ahora me gustaría saber si la clarividencia de la Justicia ha visto ya cómo y cuándo van a matar a Josué. Porque el escarmiento tiene que acabar como acabó el nazismo, en Nüremberg y en Spandau. Josué es nazi y tiene que ser matado, aunque sea a los 95 años.
Enhorabuena, señores magistrados, ya tienen su futuro asegurado. El Supremo, el Constitucional y la Audiencia Nacional les aguardan. Que ustedes duerman bien. Que sueñen con los angelitos.
José Luis Corral
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