Vivimos en un mundo en decadencia, decadencia en lo social, en lo cultural, en lo artístico, en lo moral, pero cuando la propia vida humana se relativiza, el ocaso de nuestros tiempos parece aun más oscuro.
Normalizar el asesinato encubriéndolo con el termino aborto y la práctica de la medicina es el reflejo más cruel de nuestros días, convivimos con un derecho a abortar amparado por la ley en el que una madre puede interrumpir el desarrollo del nasciturus, del que va a nacer, de su hijo, su propia sangre, y esta acción está amparada y fomentada por su ley, que no es nuestra porque nos avergüenza.
El materialismo ha vencido al espíritu, la esperanza de una vida más cómoda, sin preocupaciones, sin ahogos económicos, prevalece ante la familia, ante el acto más grande del que podemos ser capaces, el de crear una nueva vida.
Salir de fiesta, tener un buen coche y pensar solo en uno mismo no puede anteponerse a una vida nueva, a enseñar a un hijo a vivir, formarle, ver como crece, transmitirle todo lo que somos para que la existencia y valores de nuestro pueblo se perpetúe en el tiempo.
Si aquellos que dicen gobernar esta nación hablan con absoluta pasividad de que niñas de 16 años aborten sin consentimiento de sus padres, de ampliar aún más los plazos en que se puede asesinar legalmente al nasciturus interrumpiendo su desarrollo, de ofrecer indiscriminadamente la píldora abortiva... si estos son quienes gobiernan la nación, o nuestra nación está dormida o muerta. El aborto es una práctica totalmente contraria a los valores de nuestro pueblo y cultura.
Ante nuestros ojos diariamente se permite el mayor genocidio de nuestro pueblo, no podemos cruzarnos de brazos sin más, que se oiga bien alto, ABORTO ES ASESINATO.
Por la educación en valores y responsabilidad.
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