lunes, 31 de agosto de 2009

La condición humana.

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Hace tiempo que en Edenia planteamos el proyecto de construir y mantener un vivero en la finca forestal de Guadarrama en la que realizamos gran parte de nuestras actividades. La tarea debía ser constante, pero el hecho de observar el crecimiento de especies emblemáticas de nuestros bosques hasta que se convirtieran en árboles robustos, lo merecía sin duda.


Desgraciadamente, pudimos comprobar que no bastaba con nuestro trabajo y la siempre admirable labor de la Madre Naturaleza. Resulta que aquellos robles, encinas, tejos y acebos
tenían que superar los ataques de una especie cobarde y caprichosa: la especie humana.

No sabemos por qué, y lamentablemente tampoco sabemos quién se ha dedicado durante este tiempo a sabotear nuestro proyecto. Han robado material, cortado tallos, desenterrado cepellones… han pisoteado nuestro trabajo. A pesar de proteger cada vez con mayor cuidado nuestro vivero, estos individuos siempre encontraban la manera de hacer daño.

Nuestra última barrera de defensa ya era una verdadera jaula del tamaño de una celda. Fabricamos un armazón de hierro en torno a nuestros árboles y lo anclamos a la tierra con hormigón. Tuvimos que llegar a este extremo si queríamos mantener sanos aquellos plantones.

Pero la especie humana es siempre capaz de sorprendernos. Este fin de semana hemos comprobado que por muy difícil que se lo pongan, siempre habrá algún desgraciado capaz de batir marcas que ya se pensaban insuperables de bajeza.

Y este personaje en cuestión se ha molestado en buscar la manera de acceder al interior de la pequeña cárcel de árboles con el miserable propósito de robar un temporizador cuyo valor asciende a la astronómica cifra de 30€.

Es una lástima no haber coincidido con este individuo en el momento justo en que desarrollaba su elaborada tarea, y hacerle entender el valor de lo que su acción se ha llevado por delante.

Gracias a esta última maniobra, se han perdido cerca de mil litros de agua al romper el circuito de riego. Y como consecuencia se han secado veinte acebos, cuarenta tejos, setenta encinas y ciento cincuenta robles.

Parece que la jaula de acero y hormigón no basta para protegerlos de lo más ruin y cobarde que alberga la Madre Naturaleza : la condición humana.
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