miércoles, 13 de enero de 2010

Ion Motza y Vasile Marín.


LOS LEGIONARIOS RUMANOS MOTA Y MARIN CAIDOS POR DIOS Y POR ESPANA

ION I. MOTZA

Ion 1. Motza nació el 5 de julio de 1902 en Orastie, pequeña aldea rumana de Hunedoara, a poca distancia de Sarmisagetuza y Gradiste; dos ciudades llenas de recuerdos: la primera del heroísmo dacio, la segunda de la grandeza romana, y que han adquirido gran fama, por la lucha de la juventud activista transilvana en tiempos de la dominación húngara y de las hojas populares «Libertatea» (La Libertad), «Foaia interesanta» y »Foaia plugarilor».

Fue hijo del Protopope I. Motza, director de estas hojas y uno de los dirigentes rumanos transilvanos en su lucha de liberación. Sus abuelos y bisabuelos, tanto por parte de padre como de madre, fueron casi todos sacerdotes en Transilvania y al mismo tiempo luchadores nacionalistas por la libertad del pueblo que se debatía bajo el yugo magiar...

Ion Motza y seis camaradas más, se alistaron en la sexta bandera, del Tercio, como simples soldados, luchando con devoción y abnegación como por su propio país. En las terribles luchas del 4, 5 y 6 de enero que se produjeron en el sector de Majadahonda-Las Rozas-Villanueva del Pardillo, Ion Motza y la escuadra rumana, estuvieron a la altura heroica esperada de él, realizando hechos de raro valor, lo que le valió felicitaciones especiales de su comandante.

El día 13 de enero de, 1937, a las cuatro menos cuarto, en los feroces combates de Majadahonda, Ionel Motza cayó al lado de su inseparable camarada Vasile Marin con la mano en la ametralladora, frente al imperio satánico del fuego bolchevique.

Estaba escrito que muriera así: sencillo, modesto, luchando como toda su vida «con todo el empuje y con toda felicidad por Cristo, para cumplir así la voluntad de su destino, que le llamaba «a morir torturado, defendiendo la Cruz y la chispa de la verdad que llevaba en él», estando convencido que por poderoso que sea Satanás, cuando se combate con el sacrificio de la propia vida, la Omnipotencia Divina interviene para dar la victoria».

Una concordancia más estrecha entre el sentimiento y la vida, entre la fe y los hechos, entre lo escrito y la muerte, no se puede encontrar más fácilmente en la historia de Rumania, que en la vida y en los hechos puros como de un santo y en la muerte valiente, como de un mártir, de Ion Motza.


VASILE MARIN

Clara, lúcida, luminosa, así nos parece hoy, después de su muerte, la vida de Vasile Marin.

Si en su generación alguien ha encarnado la lucidez, la inteligencia, el dominio de sí, la voluntad serena, la ironía cáustica, este ha sido sin duda alguna, el jefe legionario Vasile Marin.

Nació el 29 de enero de 1904. Hijo de un olteano de Válcea y de, una transilvana de Tárnava-Mare, Vasile Marin es hijo de Bucarest. Allí nació, creció y ha pasado su vida.

Aprende las primeras letras en una escuela del suburbio de Grivita. Los estudios de Bachillerato los comenzó en el Liceo Santo Sava, terminándolos en el de Gh. Sincai.

El niño había sido vivo, turbulento, alocado; el adolescente, había conservado la viveza, aunqtíe se había convertido en reservado, irónico. En el Liceo se le despertaron los deseos de leer. Leyó mucho, con apasionamiento, como leen todos los adolescentes, de todo. Pero su vocación se aceleró rápidamente; tenía pasión por los problemas ideológicos y de práctica política.

A los diecinueve años Vasile Marin era un hombre for­mado. Tenía una madurez de pensamiento, una seguridad, una precisión. Las bases de su cultura estaban igualmen­te puestas. Los clásicos y los modernos de nuestra literatura le eran familiares; sin embargo, tenía un cariño y una comprensión especial por Balcescu...

Marchó junto con Motza, compartió con él el camarote en el vapor y la alcoba en Toledo.

Entre estos dos hombres, tan diferentes en sus temperamentos, se había estrechado un lazo fraternal, que tenía su origen en Jitava y que les llevara abrazados al sepulcro.

Así se cumplió la vida del Comandante legionario Vasile Marin. Y si desde la tumba, Vasile Marin juzga su muerte, tendrá que estar satisfecho. Puesto que murió como vivió; sencilla, elegantemente, transfigurado por la fe.

«Escribir bellamente, hablar, luchar, sufrir, son cosas que están bien - decía una. vez el Capitán -; pero no es suficiente para un legionario. Si el legionario no se ha purificado a sí mismo no ha fijado su actitud frente. a la muerte, no es un legionario perfecto».

Vasile Marin fijó su actitud frente a la muerte; selló la fe, la lucha, el sufrimiento con su sangre caliente y joven.

¡PRESENTES!

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