TdE/El pasado sábado 14 de agosto, varios militantes y simpatizantes del Movimiento Social Republicano acudimos a la marcha fúnebre realizada en la localidad germana de Bad Nenndorf, en homenaje a los asesinados en este pueblo tras el fin de la II Guerra Mundial, con el fin de construir un campo de concentración aliado (de esos de los que nadie habla ni enseñan en visitas turísticas).
Desde días antes sabíamos que en la marcha habría problemas, ya que los antifascistas habían convocado a los suyos a las 8 de la mañana para tratar de bloquear la manifestación. También desde el mismo ayuntamiento se había convocado una marcha una hora antes para protestar por nuestra presencia. Parece que a antifascistas y políticos solo les interesa recordar ciertos muertos, y no los de su propio pueblo.
Nuestro viaje empezó en la estación de Hannover, donde acudimos a la hora que nos indicó la organización para ir con seguridad. Allí, nos encontramos con varios cientos de camaradas y un dispositivo policial exagerado teniendo en cuenta que estábamos a 50 kilómetros de la marcha. Cogimos el tren dirección Bad Nenndorf custodiados por la policía, nos seguía sorprendiendo que en cada parada del tren se encontraban numerosos policías en la estación.
Por fin llegamos a Bad Nenndorf, ya desde los lados de la vía antes de llegar a la estación nos reciben los primeros indeseables con pancartas. Nos bajamos y tenemos que esperar un largo rato hasta pasar por unas carpas de la policía donde se nos cachea a fondo, se retiran peligrosos objetos como cadenillas de cartera y se tapa con cinta aislante símbolos en camisetas y tatuajes. El retraso acumulado gracias a los controles era ya de una hora.
Una vez pasada la carpa esperamos el inicio de la marcha en una zona vallada por la policía. Desde un camión con megafonía se nos va informando de la situación: se están produciendo cargas policiales para despejar el camino, unos cuantos energúmenos se han encadenado a una pirámide en medio de la calle y hay un aviso de bomba. Conclusión: nos toca esperar un buen rato.
Finalmente, con casi tres horas de retraso, se avisa por megafonía de que la marcha comenzará en breve. Antes de ello, un cantautor subió al camión para interpretar un par de canciones. Por fin comienza la marcha, de unas 1200 personas. Silencio absoluto, banderas negras desplegadas, tambores marcando ritmo marcial y pancartas contra EE.UU. e Inglaterra y recordando a los asesinados por el sionismo y el capitalismo.
El pueblo está totalmente decorado con pancartas y carteles en contra de nuestra presencia, todo ello pagado por el ayuntamiento, supongo que el pueblo no tendrá necesidades a las que dedicar el dinero. Desde los laterales y balcones nos increpan constantemente; por nuestra parte, disciplina total, ni una mirada hacia ellos. Llegamos a la plaza donde finaliza el acto, en una calle adyacente un grupo con silbatos y megáfonos con sirenas trata de evitar que no se nos escuche. No lo consiguen, y algunos vecinos se asoman a las ventanas y escuchan con atención. Por desgracia el resto del pueblo no puede, ya que el dispositivo policial impide acercarse a nadie.
Se leyeron varios discursos y se depositó un ramo de flores en el centro, en recuerdo de los asesinados. Mientras, en una grúa móvil traída por la organización colgaba una enorme pancarta con el lema “Besatzer Raus” (ocupantes fuera). Para finalizar, se guardó un respetuoso minuto de silencio.
Tras el acto, volvimos a la estación, nuevamente a paso marcial, mientras seguíamos siendo increpados por algunos individuos. Tras ello, vuelta a Hannover, otra vez con amplia presencia policial en el tren, y al llegar a la ciudad, una última sorpresa: un grupo de unos 50 indeseables nos daba la bienvenida, obviamente, tras un gran cordón policial. Por nuestra parte, nos separamos del grupo y tomamos el tren en dirección a nuestra ciudad de residencia.
Por Carmen Vidal y David Abad
Fuente: Tribuna de Europa
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